El olor de los libros

Con la aparición del ebook se ha establecido una polémica en torno a la sustitución del libro tradicional de papel por el dispositivo electrónico que ya casi todos conocemos.  Son muchos y muy variados los argumentos que se esgrimen a favor de este último, mientras que para defender al primero se suele recurrir siempre a la tradición, a la imagen romántica del libro como objeto. Y al final, estas discusiones suelen cerrarse siempre categóricamente por parte de los fieles seguidores de los libros de papel en torno a la misma cuestión: el olor de los libros.


Pero en realidad, ¿a qué huelen exactamente los libros? Aunque cada libro es un mundo, los dividiremos en dos grandes grupos básicos para poder analizarlo mejor.




Libros nuevos


Los libros nuevos huelen básicamente a los materiales que se hayan utilizado en su fabricación. Es decir, que el cóctel aromático que degustamos cuando olemos un libro nuevo se compone básicamente de cola, tinta y papel. Si el papel es blanco, podremos percibir fácilmente los agentes químicos basados en el cloro que se utilizan para blanquearlo.  Si el papel es reciclado,  prevalecerán los olores de las colas y las tintas utilizadas.

De la composición de las tintas, el 50% aproximadamente está compuesto por pigmentos. En estos pigmentos, dependiendo de su calidad y el color buscado, podemos encontrar metales como el plomo, cadmio, cobre, aluminio, además de distintos aditivos  para favorecer el secado rápido sobre el papel como son las sales de cobalto  o de manganeso.

Y  el resultado de la combinación de todas estas sustancias produce el aroma que emana de los libros nuevos  que tanto nos gusta olisquear.





Libros antiguos


En los libros antiguos o usados influyen muchas más variables que  determinan su olor. Dependerá de la antigüedad del propio libro, del grado de humedad y temperatura en el que se haya conservado, de la calidad de los materiales y, cómo no, de los hábitos higiénicos de los propietarios.  Obviando este último punto sobre el que podríamos escribir páginas y páginas (impresas o digitales según el gusto), el olor de los libros antiguos básicamente es el resultado de cientos de compuestos orgánicos volátiles producidos por la degradación  de los componentes del papel. Uno de ellos es la lignina, un componente de origen vegetal que se encarga de unir las fibras para aportar consistencia al papel.

Con el paso de los años la lignina se oxida y provoca, aparte del conocido olor a “libro viejo”, ese color amarillento de las hojas tan característico en los libros que ya tienen cierta edad.
Si las condiciones de conservación han sido óptimas (se han limpiado regularmente de polvo, se han mantenido aislados de la humedad y del sol directo, las  temperatura y la ventilación de la sala en la que se encuentren han sido óptimas), no tendrá más olor que éste.

Pero si no es así, la cosa se complica. Si no los mantenemos en buenas condiciones de conservación aparecerá el terrible olor de humedad y con él, el moho, tan nocivo para la salud. El polvo y la suciedad atraerán a los ácaros y a un variopinto número de insectos bibliófagos que pueden convertir nuestra querida biblioteca en un peculiar buffet libre.






De cualquier forma, la polémica sigue viva. Con olor o sin él, en papel o digital, no debemos nunca olvidar que de lo que realmente se trata es de leer.

¿Mi opinión personal? Ésta:







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